martes, 29 de noviembre de 2011

¿Densificar Santiago?





Nuevamente se discute si es conveniente extender o densificar la ciudad. Al respecto, conviene revisar algunos conceptos básicos que la teoría económica aplica a una ciudad, que en definitiva, es la agrupación de gente que compone una unidad productiva.

En esencia, existen dos factores que determinan el crecimiento de la ciudad: el crecimiento de la población y el del ingreso. En ausencia de restricciones, la elasticidad poblacional es 1,37 (si la población se duplica, la superficie crece 137%) y la elasticidad ingreso es 0,5 (si el PIB per cápita se duplica, la superficie aumenta 50%). Existe una relación inversa entre PIB per cápita y densidad de las ciudades: todas las ciudades top del mundo muestran densidades bajas.

Contrario a lo que se podría pensar, Santiago es chico en relación a otras ciudades relevantes. En su informe de abril de 2011, http://www.demographia.com/ señala Santiago tiene 91.900 hectáreas y una densidad de 65 habitantes por hectárea, mientras que Nueva York es 12,3 veces más grande, Los Ángeles 6,3 veces, Paris 3,3 veces y Londres 1,8 veces. Y todas las ciudades anteriores poseen densidades considerablemente menores a la nuestra: 18, 24, 34 y 51 hab/ha, respectivamente. Es cierto que en estas ciudades puede haber sectores con densidades altas, pero éstas no son representativas. Cuidado, entonces, con los modelos a seguir.

¿Qué esperar en Chile? La vivienda es un bien con elasticidad ingreso mayor que 1. Luego, un aumento en el ingreso se traduce en mayor demanda de casas, mayores espacios y servicios urbanos. La transformación de Chile en país desarrollado tendrá un efecto en que las ciudades seguirán creciendo a densidades significativamente menores a las actuales. Aún más, no sólo es importante el aumento en el ingreso medio, sino también el cambio distributivo que ocurrirá a favor de los segmentos más pobres -el mayor porcentaje de la población que vive en barrios de alta densidad- que acelerará la expansión de la ciudad ya que quedarán viviendas obsoletas.

Nuestras ciudades duplicarían su tamaño en pocas décadas. Hablar de urbanismo es, por lo tanto, centrarse en las externalidades positivas y negativas de las ciudades, teniendo muy presente que esta revolución urbana no se puede frenar.

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