lunes, 1 de septiembre de 2008

Dr. Strangelove y señales


En la obra Dr. Strangelove, de Stanley Kubrick, un demente general norteamericano lanza un ataque contra la Unión Soviética en plena guerra fría sin la autorización del presidente Muffley de Estados Unidos. Este último, preocupadísimo, intenta remediar la situación para evitar el contraataque antes de que sea demasiado tarde: se acaba de enterar que los soviéticos tienen la “máquina de destrucción total”, un sistema que dispara bombas nucleares automáticamente en caso de que el país sea atacado.

Muffley pregunta, algo incrédulo, si es realmente posible que dicha arma no pueda desactivarse. El Doctor Strangelove, su asesor nazi, le dice: “debe necesariamente ser así. Dado que el proceso de toma de decisiones automático e irrevocable descarta la intromisión humana, la máquina de destrucción total es aterradora, simple de comprender y completamente creíble y convincente”. Pero había algo que no entendía el doctor, y le plantea al embajador soviético que “la importancia de la máquina de destrucción total se desvanece si se mantiene en secreto, ¿por qué no dijeron al mundo que la tenían?”. La respuesta del embajador fue: “iba a ser anunciada en el congreso del partido el próximo lunes. Como Ud. sabe, al premier le encantan las sorpresas”.

El reciente conflicto entre Rusia y Georgia ha puesto de nuevo en un sitial relevante el tema de la defensa antimisiles, tanto para Estados Unidos como para algunos países europeos. Polonia, Ucrania y República Checa están dispuestas a cooperar para establecer radares y armamento en sus territorios a fin de interceptar y destruir misiles nucleares especialmente dirigidos desde Irán. Por su parte, Rusia ha amenazado diciendo que cualquier país envuelto en la defensa de misiles americana se está haciendo él mismo un objetivo nuclear, dirigiéndose particularmente a Polonia.

Si bien el programa de defensa antimisiles es caro (más de USD 10 billones al año), considerando que es incapaz de rechazar todos los posibles ataques que se pueden recibir, The Economist señala que para los países colaboradores esto llega a ser parte de su propia defensa, bajo el paraguas americano. De hecho, dado todos los antecedentes, la opinión pública polaca está fuertemente a favor del acuerdo con Estados Unidos.

El presidente Dmitry Medvedev dijo que es obvio que el escudo antimisiles está apuntando a Rusia, y llamó a la idea de amenaza desde Irán y otros como un cuento de hadas, mientras que el primer ministro polaco, Radek Sikorski, insiste que solo la “gente mala” necesita temer a un escudo antimisiles.

Según la teoría de juegos, nunca conviene cumplir una promesa porque, está fuera del camino de “equilibrio” que maximiza el beneficio para quien la emite. La promesa modifica el resultado de un juego, de lo contrario, ¿para qué hacerla si la contraparte sabe a priori cuál será el desenlace, y por lo tanto, carece de incentivo para actuar de un modo tal que el emisor honre su palabra? Por otra parte, las amenazas, entre más creíbles sean, mejor es su efecto para el emisor.

Quizás lo más importante del programa antimisiles, por ineficiente que pueda ser, es que le asigna un costo adicional a la ya irracional decisión de atacar. Es probable que el equilibrio se dé manteniendo el status quo.

Las promesas y amenazas consecuentes constituyen parte del tablero en este juego multietapas y son sólo señales…aunque a veces las señales valen más que los hechos posteriores, diría el doctor Strangelove.

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