miércoles, 28 de mayo de 2008

El lado derecho del balance


Una estadística que no debiera pasar desapercibida: el 87% de las quiebras registradas entre los años 2000 y 2006 en Chile correspondieron a microempresas y Pymes; el 13% restante fueron grandes empresas.

La cifra anterior desde el punto de vista “matemático” no tiene gran sorpresa. De hecho, debiera necesariamente darse dicha situación, porque el universo de las Pymes es muy superior al universo de las grandes empresas, por lo que un porcentaje de error “estable” (léase quiebra) en ambos grupos tiene asociado montos absolutos totalmente distintos, siendo éstos bastante mayores en las primeras. Con todo, tal exceso podría estar sobrevalorado.

El problema parece que no está en el lado izquierdo del balance. Incluso resultaría “sano” para una economía dejar que las empresas con una mala administración de sus activos hagan los reajustes necesarios o cierren definitivamente. El lado derecho del balance -los pasivos- bien podría generar alguna distorsión en perjuicio de las pequeñas empresas.

Si asumimos que el VAN de las empresas (grandes y pequeñas) sigue una distribución normal, la línea que separa el éxito del fracaso viene determinada por el costo de capital promedio ponderado de cada empresa, que difiere más allá del riesgo asociado, y llega a ser muy superior para una Pyme. Este acceso desigual al financiamiento hace que en la práctica una empresa pequeña sólo tenga que golpear las puertas de los bancos, aceptando tasas cercanas a las de un crédito de consumo, mientras que una grande bien puede obtener un crédito local o en el exterior, a tasas ultra competitivas, logrando su estructura de capital óptima –de mínimo costo- entre deuda bancaria, bonos y acciones. ¿Cuántos proyectos de grandes empresas tendrían VAN negativo, que incluso harían tambalear su continuidad, si fueran evaluados a la tasa de costo de capital de una Pyme, aún corregida por riesgo?

En lo referente a las quiebras, las medidas de la Superintendencia apuntan a inyectar mayor agilidad a tal proceso. Atacan los efectos; no abordan directamente la causa que provocó la quiebra.

lunes, 26 de mayo de 2008

¿Y la rentabilidad social?


Según una encuesta, lo mejor del discurso presidencial del 21 de mayo fue el anuncio de las becas financiadas con un futuro Fondo Bicentenario de Capital Humano, al cual se destinarán USD 6.000 millones invertidos en el extranjero. Esto permitirá que los chilenos que se perfeccionan en el exterior pasen de 500 a 2.500 becados en sólo dos años. Y la cifra se elevará a 6.500 al año 2012. El “aplausómetro” indicó la segunda ovación más larga de la mañana.

Pero dado que los recursos son siempre escasos y su uso debiera ser eficiente, especialmente cuando se trata de dinero de todos los chilenos, es útil preguntarse qué se quiere conseguir con esta inversión. La pregunta resulta interesante si la pauta apunta a ordenar los proyectos según su rentabilidad social.

Las dos principales herramientas para ascender en la escala social son el empleo (derivado principalmente por un mayor crecimiento económico) y, en un plazo mayor, la educación. Según la encuesta Casen 2006, el ingreso promedio mensual de una persona con enseñanza media completa es de $245.000. Si estudia 4 y 5 años más, éste se duplica y llega a $800.000, respectivamente. Por lo tanto, la focalización del gasto es esencial para que de manera autónoma, y no vía subsidios del Estado, en el mediano plazo los más pobres dejen de serlo. Sin una ayuda extra se hace extremadamente difícil romper el círculo vicioso de la pobreza.

Si bien también existen programas para la educación superior (tal como el anuncio de que en 2009 se ofrecerán 35.000 becas para estudios técnicos superiores, orientadas al 60% más pobre de la población), las cifras envueltas dan para pensar. Si consideramos que una carrera técnica de 3 ó 4 años y una carrera universitaria de 5 ó 6 años tienen un costo anual en torno a $820.000 y $1.500.000, respectivamente, una beca de postgrado del Mideplan equivaldría a unas 8 carreras técnicas o a 3 carreras universitarias completas; una beca Conicyt para magíster equivaldría a por lo menos unas 12 carreras técnicas o a 5 carreras universitarias completas; y una beca Conicyt para doctorado equivaldría a por lo menos unas 25 carreras técnicas o a 9 carreras universitarias completas.

Por supuesto que tampoco se quiere decir que no existan ayudas para perfeccionarse en el exterior. El punto es válido cuando muchas de estas becas no se la ganan alumnos top, el destino no es a universidades top y/o las áreas de perfeccionamiento son tal que prácticamente el único beneficiado es la persona capacitada. A modo de ejemplo, ¿cuál es la rentabilidad social de una beca para estudiar filosofía versus ingeniería? De 300 becas Mideplan entregadas el año pasado, 12 fueron a ingeniería y tecnología, mientras que 48 a humanidades. Incluso más, ¿deben ser necesariamente becas a estas personas que van a formar parte (o ya son) del decil más rico? Más eficiente sería en muchos de estos casos dar financiamiento a la inversión en capital humano, con los años de gracia respectivos, y pagaderos, por ejemplo, dentro de la declaración anual de renta, a fin de disminuir el riesgo del crédito.

Resulta paradójico que a un gobierno que dice tener alta sensibilidad social parece que se le olvida utilizar la principal herramienta para priorizar sus inversiones.

miércoles, 21 de mayo de 2008

La ganancia de una pérdida


21 de mayo de 1879. La Esmeralda logró resistir por más de tres horas el ataque del poderoso Huáscar. Tras recibir el tercer espolonazo, la suerte de la nave chilena ya estaba decidida. Digno de elogio para una corbeta de madera de sólo 200 caballos de fuerza que había sido botada en 1854.

Al iniciar el combate, la tripulación de la Esmeralda era de 198 hombres. Al finalizar habían muerto 141. Se dice que la cubierta de la nave presentaba el aspecto de un matadero y la sangre formaba charcos que se mecían con los vaivenes de las olas.

Es necesario reconocer que ciertos personajes históricos tomaron un papel clave en el desarrollo de algunos acontecimientos que indiscutiblemente pusieron un punto de viraje en el destino del país. En el caso específico del 21 de mayo, la ganancia inmaterial que trajo la pérdida material y de vidas humanas en dicha batalla se recuerda hasta el presente. Incluso algunos autores han señalado que paradójicamente dicha derrota definió la guerra del Pacífico, producto de su potente efecto motivacional.

Parece que la religión del nacionalismo demanda comprar con sangre de sus “santos” la valentía, lealtad, honor, disciplina y coraje. Santos que, para el bando contrario, a veces llegan a ser “demonios”, pero que de ninguna manera existirían para un ciudadano mundial. Al final, ¿qué es mejor, vivir (y morir) para la humanidad, o morir por un país?

jueves, 15 de mayo de 2008

¿Y la unidad económica afectada?


Se han anunciado una serie de medidas de ayuda concreta a los desafortunados habitantes de Chaitén y sus alrededores, las que van principalmente desde un bono de $500.000 por familia, asignaciones familiares, becas, bonos por la ganadería dañada, hasta ahora último un fondo adicional para pagar el mes de garantía de los arriendos interinos.

Dicha ayuda sin duda que se agradece, pero claramente resulta insuficiente: ¿qué va a pasar en tres meses más, cuando esos dineros sean gastados por completo? Lo más importante (y preocupante) es que hasta ahora parece que no se apunta en forma directa a reponer una unidad económica completa que se vio afectada significativamente, si no prácticamente destruida en el corto plazo.

Sólo a modo de ejemplo para tener cifras de referencia. Supongamos que se debiera reconstruir el pueblo completo para las 4.000 personas afectadas, probablemente en otro lugar cercano. Si asumimos una densidad de unos 50 habitantes por hectárea (menor que la de Santiago), habría que construir unas 80 hectáreas (¿un desarrollo habitacional “grande” en Santiago?). El costo de macro y microurbanización (unos 0,5 UF/M2, que incluyen básicamente calles, alcantarillado y electricidad) sería de USD 17 millones. Agreguemos ahora las casas: mil viviendas a un costo unitario para el Minvu de $15 millones sumarían unos USD32 millones. Es decir, en total, con USD 49 millones se repone la unidad básica económica.

Ciertamente que las cifras se pueden revisar, pero lo anterior constituiría un buen punto inicial para una discusión seria sobre la solución de fondo. Tampoco es necesario que sea el Estado el que deba hacer lo anterior. Se puede seguir el ejemplo de Estados Unidos con que dio un subsidio a las familias de New Orleans para que ellas decidieran donde ubicarse.

El punto es que estamos hablando de mucho más dinero del que ahora se ha puesto sobre la mesa. ¿Resulta muy descabellado el plan anterior? No tanto, si consideramos que los USD 30.000 millones que el Estado posee en el exterior, al 3%, generarían unos USD 900 millones al año. La TIR del “proyecto Chaitén” es mucho mayor.

Las emergencias no se prevén. Que no pase lo mismo con las soluciones.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Sin mirar atrás



Es muy lamentable la situación por la que están pasando los habitantes de Chaitén y sus alrededores, unas cuatro mil personas en total. La localidad está prácticamente evacuada.

Sin duda que no es una decisión fácil dejar todas sus pertenencias y fuentes de ingresos. ¿Qué pasaría si una ciudad como Santiago se viera enfrentada una situación de emergencia similar? Probablemente el apego a las cosas materiales haría que muchos no evaluaran en forma prudente los riesgos, similar a lo ocurrido en 1902 en la hermosa isla de Martinica, donde la gente no hizo caso a las advertencias de la montaña Pelada, llegando incluso a asegurar que el peligro no era tal.

El Estado hasta ahora ha reaccionado bien en las medidas iniciales para enfrentar esta emergencia. Pero también debe demostrar que la abultada billetera de Hacienda es flexible y es capaz de afrontar una situación fuera de todo presupuesto, aunque ello implique algún desbalance menor en los flujos de corto plazo, si es necesario el ingreso de divisas al país. La rentabilidad social de esos dineros gastados en la gente que partió sin mirar atrás es altísima.